El bosque tendrá mi voz

aunque nadie lo escuche.

Hablará su lengua de raíces

con los ojos de los recién nacidos

-blancos como el abismo-

y los primeros pasos de un niño

en la mirada de nieve de la madre.

El hablar

-en su deshielo-

renacerá con el calor de mi palabra.

La poesía de Mar Blanco posee la virtud de la paradoja. En La caligrafía del bosque nos sorprende con sus expresiones contradictorias, al tiempo que nos envuelve en la ilusión de sus imágenes. Así, el bosque se esconde tras la palabra; así, la palabra poética surge en los claros del bosque -indudable evocación a María Zambrano.

Los poemas se encadenan como la corriente de un río que nos lleva a través de los sentimientos, sensaciones, recuerdos y pensamientos de su autora en unión con la naturaleza.

Ana Martínez Mongay.